¿Tu empresa tiene un programa de salud mental que nadie usa?
Alejandra Cruz
Centro SanaMente Empresarial
Hay varias cosas que he aprendido acerca de los programas de salud mental y es que, uno tiene que conocer muy bien a las personas que lo utilizarán para poder ofrecer una solución a la medida, y dos que es importante entender el momento que se encuentra la empresa para poder impulsar el uso de programas de Salud Mental.
Recientemente tuve el privilegio de guiar el primer conversatorio de Centro SanaMente con líderes de Recursos Humanos, y me llamó la atención el entender porqué los programas de salud mental pueden ser muy exitosos en una empresa y un rotundo fracaso en otra. La realidad es que estos programas cruzan por varios desafíos que pueden limitar su efectividad y adecuación.
El primer desafío tiene que ver con el temor al estigma de que me asocien con algún malestar psicológico, este estigma es de los más comunes y es aquel que nos lleva a pensar que pedir ayuda nos hace ver como “débiles o incapaces”. Este es el principal pensamiento que existe cuando tenemos acceso a recursos como líneas de atención psicológica y decidimos no usarlas, a pesar de enfrentarnos a algún momento que nos haya desorganizado emocionalmente, es como minimizar lo que sentimos y contarnos la historia de que lo que estamos atravesando “No es tan grave”. La psicoeducación y sensibilización sobre esto es muy importante para que el uso de los programas no sea visto solo para situaciones de emergencia.
Otro aspecto clave es la falta de empatía en el liderazgo. Cuando en una empresa no existe un espacio donde la dirección practique la empatía y el entendimiento, la salud mental puede percibirse como un pretexto o una falta de resiliencia en lugar de un problema real.
Es común que ciertos programas sean utilizados por los equipos operativos, mientras que la dirección los mira con escepticismo o los desestima. Esto genera la idea de que la salud mental es un tema exclusivo de la primera línea, como si la jerarquía protegiera del desgaste emocional.
Esta percepción puede ser riesgosa. Si una persona en posición de liderazgo enfrenta un malestar psicológico y no encuentra un espacio seguro dentro de su nivel de mando, probablemente lo ocultará. En lugar de promover un entorno psicológicamente saludable, corre el riesgo de convertirse en un obstáculo para el bienestar del equipo.
El tercer desafío es la falta de recursos para los programas de salud mental. Aunque reconocemos su importancia, muchas veces no destinamos los recursos necesarios para hacerlos realidad en nuestras empresas. Priorizamos la capacitación en habilidades técnicas, dejando de lado la relevancia de programas sobre inteligencia emocional o manejo del estrés.
Otro aspecto clave es la falta de conexiones con profesionales especializados en estos temas. Contar con expertos que combinen el conocimiento clínico con una visión organizacional permite diseñar soluciones efectivas y alineadas con la cultura empresarial. Sin este enfoque, puede surgir una visión fragmentada donde la responsabilidad de la salud mental se percibe como un asunto exclusivo de la persona o, por el contrario, como una obligación total de la empresa, cuando en realidad es un compromiso compartido.
El siguiente desafío es la falta de integración de los programas de bienestar en la cultura organizacional. Cuando no existen espacios que brinden seguridad psicológica, las iniciativas de salud mental pueden percibirse como meras buenas intenciones, generando incongruencia y desconfianza en quienes las reciben.
Si la cultura de la empresa no prioriza el bienestar, incluso los mejores recursos—terapia, líneas de atención psicológica, talleres de manejo del estrés, estrategias para prevenir el burnout, certificaciones en primeros auxilios psicológicos o intervenciones en crisis—pierden credibilidad y dejan de utilizarse.
En cambio, cuando el bienestar se integra de manera auténtica en la cultura organizacional y se mide el impacto de las intervenciones, estas acciones adquieren relevancia y se convierten en un motor real de cambio.
Si en tu empresa los programas de salud mental no son usados te invito a pensar cuál de los desafíos que te comparto es el que está presente, esto ayudará a ir eliminando las barreras que hoy en día existen.
Integrar la salud mental en la cultura organizacional no es solo una cuestión de ofrecer recursos, sino de construir un entorno donde el bienestar sea una prioridad real y compartida. Superar los desafíos mencionados requiere liderazgo empático, inversión en programas adecuados y una visión integral que alinee estas iniciativas con los valores de la empresa.
Cuando la salud mental deja de ser vista como un extra y se convierte en un pilar de la organización, los programas no solo se utilizan, sino que generan un impacto profundo en el bienestar y desempeño de las personas. El verdadero cambio ocurre cuando entendemos que cuidar la salud mental no es una opción, sino una responsabilidad que fortalece tanto a las personas como al negocio.